EL CAIMAN

El Caimán: Mi Maestro en el Proceso Creativo

Para mí, el caimán es mucho más que un reptil protector de las aguas; es una poderosa metáfora de cómo debo enfrentarme al proceso creativo y, sobre todo, a la crítica de mi propia obra. Esa actitud fría que exhibe me enseña que, si bien el amor y la calidez que pongo en cada pieza son fundamentales, muchas veces me desvían de la objetividad. Y es precisamente en ese punto donde, como artista, debo adoptar una postura más desapegada y fría para evaluar mi trabajo con honestidad.

El caimán es un depredador formidable que me recuerda que no debo convertirme en presa de mis propios demonios internos. A veces, la autoexigencia o la duda pueden ser tan devoradoras como cualquier amenaza externa, y es ahí donde necesito sacar mi "piel de caimán". Prefieren aguas tranquilas y con abundante vegetación, y esto es clave para mí: un artista necesita paz en su espacio de trabajo, en mi taller, y una abundancia de materiales para que el proceso creativo fluya. Sin ese ambiente, me cuesta sumergirme por completo en la creación.

Este reptil fascinante, emparentado con los cocodrilos y los aligátores, es nativo de las regiones tropicales y subtropicales de América. Su presencia imponente y su naturaleza depredadora le han valido un lugar importante en la simbología mística de diversas culturas. La capacidad del caimán de vivir tanto en el agua como en la tierra me dice que, como artista, debo ser lo suficientemente equilibrado para poder moverme entre los mundos de lo terrenal, lo espiritual y la creatividad. Es un baile constante entre lo tangible y lo intangible.

El caimán, con su simbología mística, me enseña sobre la fuerza primal, la adaptabilidad, la sabiduría oculta, el equilibrio entre mundos, la paciencia estratégica y la feroz protección de lo propio. Es un espejo de los desafíos y las recompensas del camino del artista.